miércoles, 25 de noviembre de 2009

Tiempos revoltosos

Me encuentro escribiendo una despedida, melancólica y lúgubre como lo son.

Me despido de mi rutina, de mi colegio, de mis sueños adolescentes y de los que marcaron mi crecimiento. Me despido de mis compañeros, de esta etapa y de mi pueblo. Con sensatez y pudor, me despido.

Es paradójico: uno se muestra ansioso a merced de las utopías, apasionado por la nueva escena de la vida, por la vorágine de lo que nunca pisamos, llegando a tal extremo de correr al tiempo, para que no retrase el impulso de cambiar. Y por otro lado, nuestras almas de llenan de nostalgia, con pañuelos de estación y lágrimas impertinentes que se muestran sin consuelo, reviviendo cada día que nos advertía abrazos que nos acobijaron.

Me remito a este pasado y mis ojos destellan recuerdos, de cualquier color y tamaño. Levanto mi mirada y los observo fijo, a cada uno de ustedes, sin poder cohibir mi desesperación por tener que desenlazar lo de siempre, con mi vida.

Siempre fuimos al colegio. Desde años eternos..

..Y hoy me encuentro despidiendo la sonrisa incontrovertible de mis compañeros de este trecho, que tanto me han enseñado a vivir…

Como dijo Joaquín Sabina:
Nos tocaba crecer y crecimos, vaya si crecimos,
cada vez con más dudas, más viejos, más sabios, más primos.


Eternamente se mantendrá la emoción de haber encontrado alguna vez, el hogar para el corazón y poder gritar eufóricamente el apoyo incondicional que nos brindamos en las derrotas y golpes que nos deparó la vida.

Mi crecimiento y mi nostalgia, van a recordarlos con mucha alegría.

Respuesta de un fantasma

Si, desperté temblando, luego de escapar horas de la furia de la gente. Realmente una pesadilla.

En un rapto de tranquilidad, cumplí con mi cotidianidad de regalarme un buen café y comunicarme con los noticieros. Sin sorprenderme, la represión, los estudiantes burgueses, los desequilibrios de izquierda y derecha, y la cruel muerte, se presentaban en la boca de todos los periodistas. Cada palabra bordaba un mundo complejo, de corrupción.

Enterré el principio de mi mañana, y acompañé a mi destino, al Edificio X, exactamente a su quinto piso, esperando hacer entrega de esa gran suma de dinero que habló mi Jefe, minutos después de dar alusión a un sermón de cura, exigiendo no justamente la fe de Dios, sino la inexistencia de mi responsabilidad.

Sin lugar a una siquiera pequeñísima duda, estaba condenado a cumplir con esa infame obligación. Después de todo, últimamente, solo efectuaba el rol de cartero, satisfaciéndome con mil trescientos pesos mensuales, que utilizaba para regalarle todo tipo de vicios a mi vida.

De todos modos, aquí comienza el relato sustancial que trato de explicar…

Deambulando por ese gran edificio, sentí el nomadismo de desconfianza que volaba por los pasillos, pero mediante un suspiro, lavé mi cabeza con aire puro. Observando las pintorescas paredes, decoradas con arte, buscaba la puerta que me conduciría al final de la entrega.

Sin querer asumirlo, una inefable paranoia me envolvía de pies a cabeza. Necesitaba salir de ese agobiante laberinto, que oprimía mis pensamientos. Pero el alivio de terminar con el asunto, me alentaba a seguir.

Me encontraba parado frente a una de las tantas puertas, meditando si anunciar mi llegada o sorprender al afortunado que estaría esperándome, cuando antes de impulsar mi mano al picaporte, observando a mi alrededor, quedé pesadamente enterrado en la costa de mi silencio absorto. Aquella imagen…

Me hallé perdido, estupefacto, mirando únicamente a ese espejo. Y me busqué, pero no era yo.
-¿Quién era entonces?
-Un fantasma, quizá.

Luego de quince minutos sin poder realizar absolutamente ni un movimiento, maquillado en espanto, corrí sin detenerme, tanto que mi sombra me perdió de vista.
La desesperación agitaba sus patas y las mías se hundían en cada escalón. Y ya en planta baja, el grito sofocado, de euforia y tormento, desató mi locura.

Escuchaba palabras vacías que me exasperaban, y disfrazado en un falso heroísmo, convertí la sala en una terrible guerra. Imaginaba enemigos con traje fajina, el eco de los pasos de una marcha de soldados, y mis sueños lograron destruir el orden del lugar.

Tanto delirio me trajo recuerdos de la que fue alguna vez mi compañera de vida, cuando se sentaba y relataba los misterios de la felicidad y los pocos segundos que duraba. Ella afirmaba que la risa era un instante que no llegaba a concluirse, solo por los desatinos que presentaba la sociedad, la vida, las calles, que impedían que dure. Ese era un gran dilema, sí que lo era. Pero mi ocasión no presentaba las mejores condiciones como para imaginarlo. Así que, lo olvidé por completo como un relámpago.

Corrida una hora, el placer de sentirme alguien dejó de estimularme. Repentinamente me encontré pateando las ruinas, manteniendo ajenas miradas crudas, y suicidé mi alma en la depresión, tanto que mi compunción fotografió en sepia destrozos inconscientes.
Y ahora estoy aquí, mirándolo a usted, haciendo un gran esfuerzo por explicar que la locura está haciendo de mí su mejor amigo, abocándome a lo prohibido, pero es hora de desintoxicarme. ¿Entiende Señor Juez?

Basta de utopía de voluntad, basta de condenas a esa escuela de delincuentes, por favor, alguien que me borre ese mundo irreal.

viernes, 6 de noviembre de 2009

El tiempo, él y aquella niña

Tiempo. El tiempo que se había vuelto noche. Noche eterna, planificada, desviada. Esa noche forastera, que mimetiza personajes del principio y el final. Era un tiempo que se movía al compás de la excitación, mientras las estrellas aparecían sin pudor. Ese tiempo modesto, y más aún, impasible. Era el tiempo del comienzo. Era desconocido. Tan desconocido como aquel, el dueño del encuentro, él. Él, un chico de sonrisas deseadas, de mirada plácida, de gestos para no olvidar. Él, el que habla de comidas, que no pierde discusiones, que se deleita con un tinto. Él, que ama la soledad, vive entre nostalgias, ríe sin compartir. Él, la vio alguna vez, la besó alguna vez, la quebró de emociones. Era él, solitario, bohemio, melancólico, de bajo perfil. Mírenlo, es él, que vivía los suburbios, que camina entre nadie, que libera letras. Aquel, que llamo apasionado, que contemplo sus razgos, que estremece con dulzura. Él, perdido en una sola porción, con un solo plato, un solo vaso. Sin duda es él, buscando la verdad, desvelando la política, renaciendo fantasías. Desarmándose en mi cama, desafiando cualquier mañana, sellando su ideal. Él, quien reparte besos húmedos, quien sueña sobre el mar, sin mojar sus pies. Él, que se filtró en el tiempo, que perforó la noche, que cautivó a aquella niña. Esa niña, que ríe en los caminos, que llora sin consuelo, que disfruta la ciclotimia. Esa niña, amante de la poesía, de lo irreal, de lo soñado. Esa niña, conciente de aquellas historias, cargando el ardiente pasado, burlando un poco a la tristeza. La que mira hacia un lado, es esa niña, enamorada de esa vez, altanera, peligrosa. Aquella niña, la que soporta el sol, desea el mar, se entrega al verano. Esa niña pequeña, sensible, hiperactiva, quisquillosa. Esa niña, que se hunde en la filosofía más dolorosa, en las glorias mundanas, en las risas exageradas. Esa niña, encantada con sus ojos verdes, con sus roces, con ese diciembre. Esa niña, irritada por momentos, con ideas descabelladas, pisando tintes del amado arte. Esa niña, que protesta por lo que no ve, que no entiende las creencias, que odia las iglesias. Observe a la niña que se ve a lo lejos, festejando su alegría, inclinándose ante el reencuentro, besándolo a aquel que llamó apasionado.

martes, 3 de noviembre de 2009

Abismo

Corazón de los andares,
te aclamo sin testigo,
como te reflejo en cada sombra.
Más allá de los abismos
de la lejanía,
te vivo en mi soledad,
te beso en la esencia de cada minuto.
Para enredarnos
en el mar de un futuro,
le prohíbo a tu conciencia
olvidar que eres mi gloria.

sábado, 31 de octubre de 2009

Te lo doy

Son pequeñas palabras sutiles, amargas, calientes y qué más da.
Fue demasiado tiempo. Ese ardor en los pies, que recorta los pasos. Quiero andar descalza, el amor está en cuclillas.

No digamos nada.

Altaneras miradas, pintadas de verde y minuciosas sonrisas
-minuciosas-, que se acercan a tocarme. Porque invento lo que entrego.
Más todo lo que tengo..

Son esas horas, alocadas, que pasan encerradas en una pieza sin luz, contagiadas por nosotros.
Y esa cama, con sábanas de seda, no es más que mi placer.

Ya tengo tus labios, sedientos de amor. Te lo doy. Esbelto rojo, colorado e inconsciente temor, que vaya superando mi atrevimiento, no pienso perder otro roce. Te beso desde aquel día -niña ingenua, con trenzas y sin alma-, te beso hasta mi tumba.

Ignorado glamour

Te busco en derredor
por mis tiempos vacíos
por mi imaginación
Te veo, fantasma, leyéndote
sabiendo lo que se.

Recreo, mil veces,
cuando te cruce en algún cuento, del capítulo seis.
Y te respondo sin piedad:
mis ojos, derretidos de inmensidad,
apagarán la luz
sin fotografiarte.
No quiero detallar aquel contorno,
ya no veas interés.

Fin de juego

ataque absurdo,

derramando estupidez.




viernes, 30 de octubre de 2009

Vuelvo II

Vuelvo al reencuentro con las palabras,
que ya no tiemblan de pudor al ser leídas.
Camino por destinos intransitables, oscuros y sin tinta, para hoy sentarme y enfrentar lo puro de un papel, rellenándolo de vida, dicotomías y colores empapados de pasado.

Vuelvo al reencuentro conmigo misma
.
Con mis pausas y desastres, mi vaivén de alegrías y pesares,
como la monotonía de pies descalzos.
Volví a moverme al ritmo de las olas y junto a mi ancla estancarme en la profundidad y decadencia de aquel mar,
consecuente en mi delirio.

Vuelvo a la necesidad inmensa de besarlo
.
Al despliegue de versos, que se escapan desesperadamente a confesar mi excitación de solo imaginarlo. Y mi lápiz sin punta, no resiste dejar de cantar; por eso lleno de lineas mi pared
y dibujo tus contornos como carátula de mi diario.
Te extraño tanto.

Vuelvo a la soledad de las noches
,
que se mezcla con la sombra de un rincón, creyendo que no siento su aroma;
se camufla entre mis sábanas arrugadas, imaginando que no oigo su silencio.
Convivimos y, a pesar de padecerlo,
no podría desligarme de la belleza de su melancolía.

jueves, 29 de octubre de 2009

10.40

"¿Y qué será de aquellas palabras sumergidas en el mar, que con tanto anhelo esperamos que ericen nuestra piel?

¿Que será de los pasos hundidos en tierra de nadie, que más hundimos para poder correr?

¿O será que las miradas incontrovertibles nos inquietan eternamente?

Quizá el tiempo arrastre sabores.
Y quizá hoy, nos sienta bien sólo el romper de las olas que desesperan por alcanzarnos.


Es que la distancia nos regalará lágrimas,
lágrimas.
Lágrimas.

Pero nada se me ocurrirá antes de extrañarlas.


Sólo son días ansiosos, que juguetearán con nosotros.
Paciencia,
el abrazo será indestructible.
Y mi amor, irreemplazable".

Mi viejo


Rodeando mi cuerpo se encuentra la soledad, insistidora pero a la vez frágil, modesta y sin querer, insoportable. Es evidente, ella vacila, sin necesidad, suspicaz de lo que pueda ocurrir, sabe que no quiero sobrellevarla.

Rotundo malestar se intercepta en el aire, mi vista se nubla temiéndole a la nostalgia, y mis manos no son otra cosa que reticentes al contacto.
Extrañada, con prematuras lágrimas por una distancia cada insostenible, me revuelco por el polvo triste, me tiño de gris y derrito mi encanto.
Se oxidan mis nefastas palabras, que creí indisolubles, eternas. Pero, se las lleva el viento, livianas, para que solo te recuerde, en silencio.
Y así, me escabullo entre lo efímero, no tengo otra alternativa que me alegre más. Intento socorrer al futuro de verte cada día, abrazarte cada noche y menospreciar los minutos perdidos. ¿Qué más da?

Si llegará el día, si va a nacer el encuentro, para no alejarnos más.
Y en ese mundo, no van a existir calamidades que destrocen mi aliento, que quebranten mi voz. Veo ese mundo, no hay desdicha, no hay molestia. ¿Lo sentís?
Vamos a resistirnos al valle de lágrimas de sangre, vamos a desprender los miedos, aferrados como una garrapata a nuestra piel, y, sin tener que callarnos, perpetuarán las sonrisas más consecuentes.

Te haré feliz, con intención animada de hacerlo. Y finalmente, aceptaré lo difícil que es vivir, pero lo bien que sabe haberte podido querer.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Roces de Julio


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.


Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.

martes, 20 de octubre de 2009

Roces


Quiero morder tus virtuosos labios, rojos ceniza, con su sabor puro.
Quiero besarlos.
Quiero juguetear, acariciarlos y hacer de ellos mi pensamiento más exótico. Quiero darme placer con su roce, quiero amor, solo cuando se acerquen. Quiero contemplarlos y gritar al verlos. Quiero un beso que absorba mi razón, que desvíe mis ideas, que moleste mi tranquilidad.
Quiero su contacto y caer al vacío, olvidarme de que existo, marcar su contorno con pudor. Volverme loca al descubrir su lengua, hablarle cerca, naufragar por su mar. Voy a glorificar sus formas, con furia deshacerlas, ahogarme en su dulzura.
Quiero besarte sin piedad, mil veces, sin parar. Con besos escandalosos, perdidos, dolorosos, inoportunos, brutos o delicados. Y son aquellos besos...Quiero morder tus virtuosos labios.

Desquiciado Arte



El arte de tus dedos, que acarician la belleza de lo infame.
El arte de tu boca, que besa lo insolente de mi risa.
El arte maestro, de saber que eres aquel. Ese que hace infinitas sorpresas del tiempo.


Ese arte de tus palabras, que enamoran cada silbido de los pajaros, en las tormentas desacostumbras.
Y el estrépito de tu respiración, que aturde al silencio.
Ese arte de hacer el amor..


Amo el pequeño milagro de miradas entrelazadas, de esa necesaria telepatía.
No voy a abstenerme, ni en el absorto cielo, ni ese pensado infierno;
como tampoco en las calles de los rumores, en la pieza más oscura y durante los esquizofrénicos ruidos, al arte de mirarte.

Vuelvo I


Vuelvo a la versatilidad de las letras que, en ocasiones, derrumban lo melódico de recuerdos inmutables y la vehemencia, casi inadmisible,

de aquellos abrazos.
Aunque alivian/escupen los desgarradores pensamientos que evocan rostros, con el tiempo, lejanos

y vacían el arsenal de momentos solitarios.
Sé que me expongo al sacrilegio de besos emparentados o la preponderancia de sabores amargos que sacrificaron noches de placer.
Y se que vuelvo. Es la necedad de la ciclotimia y la imputabilidad de extrañarnos desesperadamente,

donde ya no me abstengo de escribirte.
Pero da igual,

no es más que la oscilación entre estampas de lo vivido.