jueves, 19 de agosto de 2010

Ardiente Paciencia

Que las metáforas se sumerjan
en los abismos incontrovertibles
que yacen a los pies de nuestra soledad
y nos vuelvan irreemplazables
y nos vuelvan indestructibles.

martes, 10 de agosto de 2010

Desnudándonos


Y seremos el canto de los pájaros, que revolotean por las prosas de un escritor vagabundo.

Seremos paciencia de los pasos acelerados en una contingente espera, que en verdad no existe.

Seremos fieles, fieles del encanto que fulmina en los instantes sin recelo, ignorando la suspicaz malicia de las sobras.

Seremos, entre tanto, la delicadeza de la luna, candente y alterna, haciendo tacto a los más frágiles besos, que motivan aquel brillo.

Nos distinguiremos entre las miradas ausentes que destellan el vacío por un punto sin retorno.

Nos diluiremos en el más híbrido conjunto de almas desahuciadas que reclaman a viva voz el aliento que se silencia por las noches.

Alzaremos los brazos, el sudor de un trajín de mañana y sentiremos la vibración de la tierra, el compás de las risas, la causalidad de los encuentros.

Y nos rendiremos. Nos rendiremos a ese inmediato goce que depara lo que nos mantuvo vivos.

miércoles, 28 de julio de 2010

Mojando melodías

Bendito mar, sacía mis ganas desesperadas de saber dónde estás cuando irrumpe tu alma.
Bendito mar que culmina en el irrevoclable recuerdo, evocándote en este sangrar de tu ausencia.
Bendito mar en el que confluyen las lagrimas sin presagio, el titubeo de una sonrisa, la resistencia a una última vez.

Que bendición es sentir que las olas me acunan, desmenuzando mi vida, para volver a palpar que acobijas mi presente.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Tiempos revoltosos

Me encuentro escribiendo una despedida, melancólica y lúgubre como lo son.

Me despido de mi rutina, de mi colegio, de mis sueños adolescentes y de los que marcaron mi crecimiento. Me despido de mis compañeros, de esta etapa y de mi pueblo. Con sensatez y pudor, me despido.

Es paradójico: uno se muestra ansioso a merced de las utopías, apasionado por la nueva escena de la vida, por la vorágine de lo que nunca pisamos, llegando a tal extremo de correr al tiempo, para que no retrase el impulso de cambiar. Y por otro lado, nuestras almas de llenan de nostalgia, con pañuelos de estación y lágrimas impertinentes que se muestran sin consuelo, reviviendo cada día que nos advertía abrazos que nos acobijaron.

Me remito a este pasado y mis ojos destellan recuerdos, de cualquier color y tamaño. Levanto mi mirada y los observo fijo, a cada uno de ustedes, sin poder cohibir mi desesperación por tener que desenlazar lo de siempre, con mi vida.

Siempre fuimos al colegio. Desde años eternos..

..Y hoy me encuentro despidiendo la sonrisa incontrovertible de mis compañeros de este trecho, que tanto me han enseñado a vivir…

Como dijo Joaquín Sabina:
Nos tocaba crecer y crecimos, vaya si crecimos,
cada vez con más dudas, más viejos, más sabios, más primos.


Eternamente se mantendrá la emoción de haber encontrado alguna vez, el hogar para el corazón y poder gritar eufóricamente el apoyo incondicional que nos brindamos en las derrotas y golpes que nos deparó la vida.

Mi crecimiento y mi nostalgia, van a recordarlos con mucha alegría.

Respuesta de un fantasma

Si, desperté temblando, luego de escapar horas de la furia de la gente. Realmente una pesadilla.

En un rapto de tranquilidad, cumplí con mi cotidianidad de regalarme un buen café y comunicarme con los noticieros. Sin sorprenderme, la represión, los estudiantes burgueses, los desequilibrios de izquierda y derecha, y la cruel muerte, se presentaban en la boca de todos los periodistas. Cada palabra bordaba un mundo complejo, de corrupción.

Enterré el principio de mi mañana, y acompañé a mi destino, al Edificio X, exactamente a su quinto piso, esperando hacer entrega de esa gran suma de dinero que habló mi Jefe, minutos después de dar alusión a un sermón de cura, exigiendo no justamente la fe de Dios, sino la inexistencia de mi responsabilidad.

Sin lugar a una siquiera pequeñísima duda, estaba condenado a cumplir con esa infame obligación. Después de todo, últimamente, solo efectuaba el rol de cartero, satisfaciéndome con mil trescientos pesos mensuales, que utilizaba para regalarle todo tipo de vicios a mi vida.

De todos modos, aquí comienza el relato sustancial que trato de explicar…

Deambulando por ese gran edificio, sentí el nomadismo de desconfianza que volaba por los pasillos, pero mediante un suspiro, lavé mi cabeza con aire puro. Observando las pintorescas paredes, decoradas con arte, buscaba la puerta que me conduciría al final de la entrega.

Sin querer asumirlo, una inefable paranoia me envolvía de pies a cabeza. Necesitaba salir de ese agobiante laberinto, que oprimía mis pensamientos. Pero el alivio de terminar con el asunto, me alentaba a seguir.

Me encontraba parado frente a una de las tantas puertas, meditando si anunciar mi llegada o sorprender al afortunado que estaría esperándome, cuando antes de impulsar mi mano al picaporte, observando a mi alrededor, quedé pesadamente enterrado en la costa de mi silencio absorto. Aquella imagen…

Me hallé perdido, estupefacto, mirando únicamente a ese espejo. Y me busqué, pero no era yo.
-¿Quién era entonces?
-Un fantasma, quizá.

Luego de quince minutos sin poder realizar absolutamente ni un movimiento, maquillado en espanto, corrí sin detenerme, tanto que mi sombra me perdió de vista.
La desesperación agitaba sus patas y las mías se hundían en cada escalón. Y ya en planta baja, el grito sofocado, de euforia y tormento, desató mi locura.

Escuchaba palabras vacías que me exasperaban, y disfrazado en un falso heroísmo, convertí la sala en una terrible guerra. Imaginaba enemigos con traje fajina, el eco de los pasos de una marcha de soldados, y mis sueños lograron destruir el orden del lugar.

Tanto delirio me trajo recuerdos de la que fue alguna vez mi compañera de vida, cuando se sentaba y relataba los misterios de la felicidad y los pocos segundos que duraba. Ella afirmaba que la risa era un instante que no llegaba a concluirse, solo por los desatinos que presentaba la sociedad, la vida, las calles, que impedían que dure. Ese era un gran dilema, sí que lo era. Pero mi ocasión no presentaba las mejores condiciones como para imaginarlo. Así que, lo olvidé por completo como un relámpago.

Corrida una hora, el placer de sentirme alguien dejó de estimularme. Repentinamente me encontré pateando las ruinas, manteniendo ajenas miradas crudas, y suicidé mi alma en la depresión, tanto que mi compunción fotografió en sepia destrozos inconscientes.
Y ahora estoy aquí, mirándolo a usted, haciendo un gran esfuerzo por explicar que la locura está haciendo de mí su mejor amigo, abocándome a lo prohibido, pero es hora de desintoxicarme. ¿Entiende Señor Juez?

Basta de utopía de voluntad, basta de condenas a esa escuela de delincuentes, por favor, alguien que me borre ese mundo irreal.

viernes, 6 de noviembre de 2009

El tiempo, él y aquella niña

Tiempo. El tiempo que se había vuelto noche. Noche eterna, planificada, desviada. Esa noche forastera, que mimetiza personajes del principio y el final. Era un tiempo que se movía al compás de la excitación, mientras las estrellas aparecían sin pudor. Ese tiempo modesto, y más aún, impasible. Era el tiempo del comienzo. Era desconocido. Tan desconocido como aquel, el dueño del encuentro, él. Él, un chico de sonrisas deseadas, de mirada plácida, de gestos para no olvidar. Él, el que habla de comidas, que no pierde discusiones, que se deleita con un tinto. Él, que ama la soledad, vive entre nostalgias, ríe sin compartir. Él, la vio alguna vez, la besó alguna vez, la quebró de emociones. Era él, solitario, bohemio, melancólico, de bajo perfil. Mírenlo, es él, que vivía los suburbios, que camina entre nadie, que libera letras. Aquel, que llamo apasionado, que contemplo sus razgos, que estremece con dulzura. Él, perdido en una sola porción, con un solo plato, un solo vaso. Sin duda es él, buscando la verdad, desvelando la política, renaciendo fantasías. Desarmándose en mi cama, desafiando cualquier mañana, sellando su ideal. Él, quien reparte besos húmedos, quien sueña sobre el mar, sin mojar sus pies. Él, que se filtró en el tiempo, que perforó la noche, que cautivó a aquella niña. Esa niña, que ríe en los caminos, que llora sin consuelo, que disfruta la ciclotimia. Esa niña, amante de la poesía, de lo irreal, de lo soñado. Esa niña, conciente de aquellas historias, cargando el ardiente pasado, burlando un poco a la tristeza. La que mira hacia un lado, es esa niña, enamorada de esa vez, altanera, peligrosa. Aquella niña, la que soporta el sol, desea el mar, se entrega al verano. Esa niña pequeña, sensible, hiperactiva, quisquillosa. Esa niña, que se hunde en la filosofía más dolorosa, en las glorias mundanas, en las risas exageradas. Esa niña, encantada con sus ojos verdes, con sus roces, con ese diciembre. Esa niña, irritada por momentos, con ideas descabelladas, pisando tintes del amado arte. Esa niña, que protesta por lo que no ve, que no entiende las creencias, que odia las iglesias. Observe a la niña que se ve a lo lejos, festejando su alegría, inclinándose ante el reencuentro, besándolo a aquel que llamó apasionado.

martes, 3 de noviembre de 2009

Abismo

Corazón de los andares,
te aclamo sin testigo,
como te reflejo en cada sombra.
Más allá de los abismos
de la lejanía,
te vivo en mi soledad,
te beso en la esencia de cada minuto.
Para enredarnos
en el mar de un futuro,
le prohíbo a tu conciencia
olvidar que eres mi gloria.